lunes, 23 de octubre de 2017

Mi historia 15 – La obra de Dios y la família



En la época en la que yo era obrera, la reunión principal de domingo era 7:30 de la mañana. Entonces sábado yo dejaba todo listo, mi uniforme planchado, mis zapatos lustrados, pues domingo nos levantábamos bien temprano para ir a la Iglesia.
Me acuerdo que mi sueño era poder quedar todo el día, almorzar allá y permanecer para las reuniones de la tarde. Mientras tanto eso no era posible, mi padre exigía que en el almuerzo de domingo toda la familia estuviera presente, ya que durante la semana él y mi mamá no almorzaban en casa debido al trabajo.
Como ya les dije anteriormente, yo tenía dieciocho años en la época, pero vivía y dependía financieramente de mis padres, pues yo estudiaba; entonces no porque yo era mayor de edad podía faltarles el respeto. Después de la reunión, íbamos corriendo para casa a almorzar y luego volvíamos rápidamente a la Iglesia.
Ahora, imagine si yo dijera: “soy mayor de edad y voy a comer en la Iglesia, punto final”; ¿Cómo usted piensa que mi padre reaccionaría? El me iba a reprender y además quedaría con rabia de la Iglesia, pensando que el pastor exigía eso de mi, cuando en realidad eso  no era cierto. Muchos han hecho que sus familiares odien la Iglesia por causa de su mal ejemplo, pues ellos inmediatamente piensan que la Iglesia les dicta reglas y que tiene ciertas exigencias, que en la verdad son decisiones que la persona toma sin tener en cuenta el mal testimonio que está dando.

Pues me gustaría que todas pensaran ahora qué tipo de testimonio ha dado a sus familiares.
A lo largo de los años conocí varias obreras que eran incansables respecto a la Obra de Dios, trabajaban en las reuniones, limpiaban, quedaban hasta tarde, pero en casa eran un pésimo testimonio del Señor Jesús. No respetaban a los padres, no ayudaban en las tareas domésticas, hacían de su casa un hotel. Salían temprano para estudiar o trabajar y volvían apenas para dormir, como si no tuvieran ninguna responsabilidad con su hogar y su familia.
Esas actitudes hacen una gran diferencia ¿Cómo exhalar el perfume del Señor Jesús si no actuamos de acuerdo a Sus enseñanzas?
Pero más que hablar, nosotros precisamos mostrar a Dios para nuestra familia. Muchas hablan, pero como sus actitudes no comprueban lo que dicen, la familia no cree en sus palabras. Otras casi no hablan, pero con su testimonios han llevado a sus familiares y entes queridos a la fe.
Es hora de rever si usted ha hecho lo que Dios quiere que usted haga o si está actuando de acuerdo a su propia voluntad.
Tal vez muchos de los problemas o persecuciones que sufre en casa no son culpa de sus padres como usted afirma, sino que son causados por su indiferencia, falta de atención, de cariño y de consideración para con ellos.
Sea más sensible a las necesidades de sus padres, respételos, ayúdelos y Dios le va a honrar.
No quiera imponer su fe, antes muéstrela por medio de sus actitudes.
¡Piense en eso!


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