jueves, 28 de septiembre de 2017

Mi historia 13 – "La maravillosa y grata noticia"



 Como les conté en el post anterior, yo había recibido el Espíritu Santo y estaba luchando para ser obrera. No era fácil ser colocada en la Obra de Dios, teníamos que probar que realmente queríamos eso. No era un juego o un simple deseo momentáneo, era algo serio y yo tenía conciencia de eso.
En febrero de 1994 fui levantada a obrera. Como era consciente de la gran responsabilidad que recibí, tuve que hablar con mi padre. Aunque tenía 18 años en aquella época, yo vivía con ellos y les debía respeto y obediencia, tenía que comunicar mi decisión. Yo ore antes de conversar con él el, y un día que fue a llevarme a la escuela, aproveché que estábamos solitos y le dije: “Padre, seré obrera de la Iglesia”. Como él no iba a la Iglesia, no sabía lo que eso significaba, entonces le expliqué: “voy a ayudar en las reuniones y tendré que participar de todas las vigilias, pues asumí una responsabilidad y no voy a fallar”. Al instante él me respondió: “si eso no va a estorbar en tus estudios, todo bien”. Que alivio sentí ¡Dios preparó todo!

Me gustaba mucho atender y evangelizar. Me acuerdo que iba al hospital de SIDA a orar por los enfermos, iba a las casas a rescatar a aquellos que se habían alejado de la Iglesia, también tenía un trabajo fuerte en la obra social, distribuía ropa y alimento y siempre ayudábamos.
El pastor siempre nos enseñaba que teníamos que llorar por las almas y nuestro amor por ellas aumentaría, y yo hacía eso.
Los domingos por la tarde yo no salía con Joaquín, siempre iba a evangelizar, él me llevaba a la Iglesia y me decía que me esperaría en el auto. Al final eso nunca acontecía, el Espíritu Santo siempre lo incomodaba y él acababa por siempre ir a evangelizar también. Un tiempo después, en la semana del Espíritu Santo, él fue bautizado y en Abril fue levantado a obrero.
Yo estaba muy feliz y agradecida con Dios, los dos estábamos en la misma fe y sirviendo a Dios.
Nuestro tiempo libre era dedicado a la Iglesia, nos sentíamos realizados ayudando a las personas. Él era un obrero bendecido, al tiempo él recibió responsabilidad en la Obra y eso me dejaba muy feliz.

Aunque muchos en la Iglesia sabían que nosotros éramos novios, pues habíamos llegado a la Iglesia siéndolo, nosotros manteníamos discreción.
 No andábamos de manos tomadas adentro de la Iglesia, ni quedábamos conversando, fue por eso que nuestro noviazgo siempre fue respetado.
Nunca nos llamaron la atención por actuar de forma inadecuada, pues siempre cuidamos de dar buen testimonio y agradar a Dios con nuestro noviazgo.
Nuestro placer en servir era verdadero y no me imaginaba más haciendo cualquier otra cosa, Dios me había llamado.
¿Y usted tiene el deseo de ser útil en la Obra de Dios? ¿Qué piensa hacer en favor de los que sufren?
En el próximo post hablare de una situación vergonzosa que viví ¡Aguarden!




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