lunes, 9 de noviembre de 2015

Experiencias del Altar: ¿La facultad o el altar?





¡Hola queridas! Mi nombre es Aline Almeida, hoy voy a hablar de mi experiencia sobre mi llamado para el Altar.
Yo entré con 13 años en la Iglesia Universal, y debido al sufrimiento me entregué de cuerpo, alma  y espíritu; Dios transformó mi ser, me hizo otra persona, bendijo mi familia, mi salud, economía y principalmente lo espiritual.
Cuando completé los diecinueve años, yo había pedido a Dios que me bendijera abriendo una puerta de trabajo en un hospital renombrado de mi ciudad, porque yo quería estar cerca de las personas enfermas y porque me gustaba el área administrativa.

Después de haber entregado mi currículo, no demoró ni quince días que me llamaron, fui para la entrevista y cuando llegué allí me deparé con varias chicas con el mismo objetivo que yo, pero no me dejé abatir, estaba confiada en lo que Dios  iba a hacer. Llegué a hacer varios tests y uno de ellos era psicológico, un detalle es que había chicas universitarias postulándose para sólo dos puestos que se buscaban.
Como para Dios no hay nada imposible y es Él quien capacita, con quince días después de la entrevista yo estaba trabajando en el Hospital. Una gran felicidad tenía, yo hacía mi trabajo sin perder la oportunidad de evangelizar, iba a los cuartos de la UTI, hablaba de la salvación, vi también muchas personas aceptando al Señor Jesús y morir en el mismo instante.
Hubo un día que trabajando de obrera en la reunión Dios habló conmigo, “deja de vivir su sueño para vivir el mío ¡sírvame en el Altar” En el momento dije “heme aquí, mi vida es Suya, haga de ella lo que quiera” Y luego pensé: -Dios me dio todo lo bueno y lo mejor, y ahora Él me pide para dejar eso para salvar almas!

El diablo traía pensamientos: -Pero usted dejará todo lo que conquistó, su familia atrás ¿vivirá lejos de ellos? ¡Usted podría ser una gran profesional en su trabajo! ¿Y los estudios? ¿y su sueño?
Pero inmediatamente yo amarraba aquel pensamiento y alababa a Dios, yo estaba segura de mi llamado, era una certeza tan grande que nadie quitó eso de mí, ya estaba decidida, solamente confié en que Dios estaba trabajando y en el momento cierto me iba a honrar.
Chicas, casi un año después conocí a mi esposo, él me llamó la atención sólo después de dos meses de estar en la Catedral (estaba faltando la bendición en mi vida sentimental), en fin como sucedió en nuestra relación  sería ya otra historia jaja…
Mi objetivo era hacer la carrera de Administración de Empresas (comercio exterior, enfermería, y etc…), crecer dentro de aquel Hospital, pero abandone esa idea.
Mientras estaba de novia con mi esposo, fui haciendo pequeños cursos, continué trabajando y busqué aprender a hacer varias cosas, pues sabía que sería útil para la obra de Dios. Una de esas cosas que aprendí fue el comportamiento cómo atender a las personas, cómo servir y comportarse en la mesa, mi mamá fue mi profesora en la cocina y de cómo cuidar una casa, y por ser también peluquera profesional ella me enseño todo sobre mi cabello, uña y piel, para que yo pudiera arreglarme sola en caso de necesitarlo, en el tiempo que tenía libre busqué aprender corte y costura, decoración, artesanías, y aprendí un poro en el área de la salud.

Cuando nos casamos, si yo estuviera en la facultad  me faltaría casi tres años para terminar y otro detalle es que con veinte días de casada me mudé a otra ciudad bien lejos de dónde vivía.
Cuando tenemos el llamado de Dios, no existen sombras de dudas. Si usted tiene la oportunidad de estudiar, estudié, busqué aprender lo máximo que pude, porque contribuiría en la obra de Dios.
Todo lo que yo tenía en aquella época pertenecía a Dios, fue Él quien me dio, entonces cuando Dios me pidió, yo le entregué todo en el Altar, miré para adelante y gracias a Dios estoy muy agradecida y honrada por ser Su sierva.



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